martes, 6 de septiembre de 2011

Cuando la paz interna vence al sufrimiento

Transcurría mitad de 2008 cuando Rubén se enteró que padecía una enfermedad terminal. Los pronósticos no eran alentadores y sus ganas de luchar, nulas. Intentó. Pero al poco tiempo se derrumbó. El dolor era más fuerte que sus ganas de vivir. Dejó el duro tratamiento y se despidió en su casa, como deseaba. Lo rodearon seres queridos, juguetes de la infancia, el olor de su pieza y un perro, su gran amigo de la vida. La elección no tuvo frenos porque para ese entonces ya regía en la provincia de Río Negro la ley de “Muerte Digna” -sancionada y promulgada en 2007 pero reglamentada a principios del año siguiente-, que autoriza al paciente a decidir sobre su vida.

La norma, basada en conceptos bioéticos pero que aún recibe un fuerte espaldarazo de la Iglesia Católica, tiene por objeto el respeto a la calidad de vida y a la dignidad de los enfermos terminales. Establece que “toda persona que padezca una enfermedad irreversible, incurable y se encuentre en estado terminal, o haya sufrido un accidente que lo coloque en igual situación, tiene derecho a manifestar su rechazo a los procedimientos quirúrgicos, de hidratación y alimentación y de reanimación artificial cuando éstos sean desproporcionados a las perspectivas de mejoría y produzcan dolor y sufrimiento desmesurado”.

El proyecto generó intensos debates en los que participó la comunidad en general; no así las Diócesis de Río Negro, quienes sólo emitieron un comunicado oponiéndose a la iniciativa. Y si bien no hubo grandes obstáculos como ocurre actualmente en España y otros países de Europa, su aprobación demoró más de cinco años.

Quienes se alzaron contra el proyecto lo hicieron, según profesionales médicos, porque no lograron interpretar la finalidad y/o confundieron muerte digna con eutanasia. También influyó la falta de concientización sobre la temática y la ausencia de organizaciones locales que promocionen el derecho a morir, como está instalado en otras partes del mundo.

“El objeto de la ley es el respeto a los derechos personalísimos del paciente”, explicó Jorge Melo, director general de Relaciones Institucionales y presidente del Comité Provincial de Especialidades Médicas de Río Negro. Y lo ratificó Carlos Rais, responsable jefe del equipo de Cuidados Paliativos del Hospital Área Programa Cipolletti, quien aseguró que se trabaja “para que los enfermos tengan la mejor calidad de vida posible y confort compatible con su enfermedad durante la última etapa”.

Este puntapié sirvió para que al poco tiempo Neuquén, por ejemplo, sancionara una norma en la que introduce un artículo sobre muerte digna. También trasladó la discusión a la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Tucumán.

A diferencia de la legislación rionegrina, países como Holanda, Bélgica y Luxemburgo promulgaron años atrás la ley de eutanasia, lo que permite inducir la muerte a un paciente en determinados casos. Pasos que más tarde dieron algunos estados norteamericanos. En Noruega, Dinamarca, Austria, Alemania, Francia, Italia y Suiza, entre otros, rigen modelos similares al recientemente aprobado en España, donde se aplica el suicidio asistido o el paciente tiene autonomía para rechazar ciertos tratamientos. Mientras que en América Latina, Colombia fue en 1997 el primero en fijar la eutanasia y México aplica la muerte digna sólo en la capital.

Marta Milesi, diputada de la UCR y redactora del proyecto, dijo que su iniciativa se basó en el reclamo de muchos familiares que debieron recurrir a la Justicia para lograr esta finalidad. Dejó en claro que Río Negro ayuda a morir con calidad y que la norma “más que quitar propone no poner, es decir, más que quitar un respirador pretende no ponerlo”.

El tiempo pasa y una porción mínima de la Patagonia camina amparada por una ley incipiente. Las discusiones sobre muerte digna comienzan a multiplicarse. Y la sanción de una norma nacional que permita legislar en todos los ámbitos con el fin de evitar muertes invasivas parece estar más cerca. Mientras, muchos pacientes rionegrinos siguen los pasos dados por Rubén. Quizás con realidades muy diferentes. Pero todos recibiendo la última gota de amor con el menor sufrimiento posible. Porque así lo sienten. Porque es lo último que les pide su corazón.


Publicado por Pablo Truffa

Revista Gazpacho

No hay comentarios:

Publicar un comentario